Cada vez que se acercaba, el oso levantaba los pelos de las orejas y curvaba los labios hacia atrás. Mike no podía descifrar el motivo. ¿Lo había arrastrado hasta aquí con otro propósito? ¿Era este extraño herido parte de algo más grande, una trampa o una treta? La mente de Mike daba vueltas.
Se estremecía con cada crujido de las ramas, consciente de la posibilidad de que aparecieran otros depredadores. Sumido en la incertidumbre, apretó la palanca improvisada contra las oxidadas mandíbulas de la trampa, mientras el sudor se le acumulaba en las sienes.