En las tranquilas horas de la noche, cuando el hospital estaba sumido en una calma engañosa, algo chocante rompió la paz. Un oso salvaje irrumpió por la puerta principal, causando un revuelo inmediato. Los pasillos, antaño tranquilos, llenos de conversaciones silenciosas y el pitido constante de los equipos médicos, de repente bullían de miedo y confusión. Tanto el personal como los pacientes no daban crédito a lo que veían cuando la entrada del oso convirtió el ambiente familiar y reconfortante en una escena de caos.
En medio del caos estaba Hana, una joven enfermera conocida por su serenidad en situaciones difíciles. Pero incluso ella se sorprendió al ver un oso vivo en los pasillos del hospital. Mientras sus colegas se dispersaban en todas direcciones buscando refugio, Hana se quedó clavada en el sitio. Se le aceleró el corazón y le temblaron las manos. ¿Qué demonios estaba pasando?
Sin embargo, en medio del caos, Hana vio algo que llamaba la atención. El oso llevaba algo en la boca, algo pequeño que no era típico de un oso. Parecía un animal diminuto. Esta visión inusual despertó la curiosidad de Hana, que dejó a un lado el miedo. Sintió un fuerte impulso de actuar, dándose cuenta de que había algo más que un oso invadiendo el hospital. La imagen del oso, normalmente una figura de miedo, cargando suavemente a esta pequeña criatura, despertó en Hana una profunda necesidad de averiguar por qué y de ayudar.