Una mujer sigue a un lobo hasta el mar tras acercarse a ella en la playa: lo que encontró le rompió el corazón

Se recostó contra el granito, dejando que el sol le calentara la cara mientras el silencio constante de las olas le calmaba el pulso. El agua olía a limpio, el viento le peinaba el pelo con sal y, por primera vez en semanas, sintió que los pulmones se le llenaban sin dificultad.

Al cabo de un rato se levantó y caminó por la orilla, hundiendo los dedos de los pies en la espuma fresca. Se detuvo para coger un trozo de cristal de mar, se rió cuando un tímido cangrejo se apartó de su sombra y dejó que el agua fría le aliviara el dolor de las pantorrillas.