Aun así, parecía enorme. Recorrió la playa en busca de dueños que agitaran la correa o dijeran su nombre, pero la arena estaba vacía en cientos de metros. El perro se acercó. Su pelaje era gris oscuro, casi negro cuando estaba mojado, y el tamaño del animal se hizo más difícil de ignorar.
No era una mascota pequeña. Era alto de hombros, ancho de pecho y poderoso como los corredores profesionales. No le brillaba el collar a la luz, y su paso era tan seguro que no se parecía en nada al de un compañero de casa en busca de una pelota. Noemi sintió la primera punzada de inquietud, pero intentó razonar.