Una familia adopta a una niña de cinco años, pero cuando aprende a hablar inglés, ¡descubren una horrible verdad!

Su viaje a través de los tratamientos de infertilidad fue largo y agotador. Sus días estaban llenos de la frialdad clínica de las visitas al médico, el olor estéril de las consultas y el agudo pinchazo de las agujas. El torbellino de emociones -esperanza, desesperación, frustración- se convirtió en parte de su vida cotidiana.

Una noche, tras otra cita desgarradora, se encontraron en el porche de su casa, con el cielo iluminado por los colores del sol poniente. Natalie, con la voz temblorosa y los ojos llenos de lágrimas no derramadas, rompió el pesado silencio. «Adam, ¿y si… y si no estamos destinados a tener nuestros propios hijos? ¿Y si nuestro bebé está ahí fuera, esperando a que lo encontremos?»