Peter estaba lleno de preguntas. «¿Cómo ha sobrevivido aquí?», se preguntó, imaginando todas las formas en que algo podía soportar condiciones tan duras. El barco parecía abandonado, sin una sola luz que diera señales de vida. Fuera lo que fuese, debía de haber pasado por horrores inimaginables tratando de sobrevivir al frío cortante en una nave desolada.
Peter se sintió atascado, inseguro de su siguiente paso. Se le ocurrió contárselo a alguien, pero enseguida descartó la idea, escéptico de que alguien fuera a creer en su palabra. Después de todo, no tenía pruebas de su extraordinario avistamiento y, para ser sincero, empezaba a dudar de su propia fe en lo que había visto.