Desde el exterior, la pequeña casa de Betty puede haber parecido una vivienda sucia como la de un hobbit. Sus vecinos se reían y hacían bromas a sus espaldas, llamándolo «el basurero del vecindario» y susurrando entre ellos lo ridícula que se veía.
Estaban convencidos de que nada bueno podía salir de semejante monstruosidad.