Betty pasó dos largos años construyendo su pequeña casa, con sus vecinos riéndose de ella en cada paso del camino. Por dentro, estaba furiosa, pero nunca dejó que su negatividad la deprimiera. En cambio, la usó como inspiración y puso su corazón y alma en su proyecto.
Con cada comentario negativo, estaba más decidida a demostrar que estaban equivocados. Y al final, finalmente era Betty la que se reía de sus vecinos y no al revés.